viernes, 26 de julio de 2013

Connor Levy es el primer bebé genéticamente perfecto del mundo y en su remerita dice: “Made with love and Science!” (Hecho con amor y ciencia).

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Sus padres , Marybeth Scheidts, de 36 años, y David Levy, de 41, buscaron un hijo durante años, luego de varios tratamientos de fertilización asistida fallidos, los médicos les informaron que el problema estaba en los embriones, que tenían genes defectuosos, entonces, se realizó una secuenciación completa de los genes de varios embriones y eligieron los  cromosomas correctos y así, fue que nació Connor, el bebé con ‘genes perfectos’.
Descifrar el genoma completo de una persona, no sólo sirve para saber si heredará una enfermedad de los padres, sino también para saber qué riesgos tiene de desarrollar otras enfermedades en el futuro, como cáncer, problemas cardíacos o Alzheimer.
La polémica, por supuesto, no tardó en llegar. ¿Qué se hace con los embriones imperfectos, con aquellos que no van a prosperar? Algunos los congelan y otros los desechan. Y ahí aparecen las críticas.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos aseguró que: “los embriones no implantados  no son personas”.
Por otro lado: ¿es ético elegir al “mejor” embrión? Los especialistas aseguran que este avance científico sólo puede aplicarse si se tiene razones legítimas de salud, como por ejemplo conocer si en el futuro desarrollará una fibrosis quística o hemofilia, y coinciden en que no se puede aplicar así porque sí.
“Es difícil medir qué tan revolucionario es este método. Sí sabemos que incrementa las posibilidades de embarazo en un 50% y reduce las probabilidades de aborto en un rango similar. Además, a medida que pase el tiempo será más barato revisar los embriones”, dijo Michael Glassner, fundador de la clínica Main Line Fertility.
Entre el 1 y 5% de los bebés son producto de técnicas de fertilización asistida. Pero si bien las técnicas cada día son más precisas, aún hoy el 80% de los embriones logrados no terminan en un parto o directamente no logran implantarse. Y la causa está en las anomalías en el número de cromosomas de los embriones. De hecho, se estudiaron 13 embriones de los papás de Connor, de los cuales sólo tres tenían el número correcto de cromosomas.
Esta nueva técnica “es una nueva variante del Diagnóstico Genético Preimplantatorio (DGP)”, que ya se viene llevando a cabo hace 20 años. Con la salvedad de que lo que se venía haciendo hasta el momento era “buscar el gen defectuoso”. “Pero en esa búsqueda quedaban afuera otros genes y otras enfermedades”, dice Claudio Chillik, del Cegyr.
“El DGP busca una enfermedad concreta, pero ahora, al estudiar el gen completo se puede saber la predisposición a muchas otras enfermedades, como el cáncer”, coincide Sergio Pasqualini, de Halitus.
Las probabilidades de que un embrión tenga un número erróneo de cromosomas aumentan con la edad de la madre. Para las mujeres de veintipico, uno de cada diez embriones podría tener un mal número de cromosomas, pero para las mujeres mayores de 40 años, más del 75 por ciento de los embriones pueden estar mal.
La mayoría de las veces, los embriones con un número anormal de cromosomas no se implantan en el vientre, en general son abortados. Los que llegan a término completo, nacen con desórdenes genéticos como síndrome de Down o de Turner.

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