lunes, 29 de diciembre de 2014

Evita.

El día 6 de Noviembre del 2014, quedé internado en el hospital Perón de Avellaneda al borde de la muerte.
Ese es el hospital en el que murió Maria Eva Duarte.
De hecho, hay una habitación en la que etuvo internada, que fué convertida en museo.
Lo que relato a continuación es una experiencia, aunque algunos me dicen que solo es producto de mi imaginación.
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El viento está enojado.
Mas bien, furioso.
Estoy en el tercer piso y el viento brama y ulula con violencia inusitada.
Las ventanas tiemblan.
Un análisis elemental diría que es producto del roce con el edificio.
Sospecho que no.
Hiela la sangre el sonido lúgubre e insistente.
Termino mi tratamiento y me voy al segundo piso.
El viento no cesa.
Me llama la atención que todos sigan con sus cosas sin inmutarse.
Salgo al pasillo y camino hasta el gran salón central del piso en el que está la Capilla.
La gente pasa.
Una mujer rubia se desplaza entre las personas, y no la perciben.
Tiene el cabello recogido por un pañuelo de seda cuyas puntas caen sobre un hombro.
Sonrie.
Se la llevan por delante sin tocarla y ella no se inmuta.
Camina y sonrie.
Se desplaza como un recuerdo entre las personas.
Se detiene ante un niño y le acaricia la cabeza sin que este se entere.
Se queda observando a un anciano en una cama.
El viento sigue bramando con furia.
Algo la llama.
Se dirije a la Capilla y atraviesa las puertas de hierro cerradas, etérea y luminosa.
El viento se detiene sorprendentemente.
La gente sigue en lo suyo.
El silencio desciende ominoso sobre el lugar.
Un médico, seguido por una enfermera pasa presuroso.
Me siento infinitamente solo.
Nadie ve lo que yo veo.
Tendré que vivir con eso.

Hospital Perón.
Noviembre de 2014.


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